Los últimos días de agosto corren como mecha en llama. Agotaba sus días en aquella localidad costera consciente de que en breve tendría que partir hacia su cálida llanura. Gritaba, saltaba, bebía, besaba… vivía. Pasaba las horas sin ocupación concreta. Decía que estaba de vacaciones, o algo parecido.
Extasiado y aturdido por una de esas comidas de larga sobremesa decidió aislarse. Pensó en aquella calita. Con su tranquilidad y su humedad seguro que conseguía darle alas a esa reflexión silenciosa. A ese standby. No le separaba demasiado su ubicación actual de su destino. Podía ir a pie, era cuestión de minutos…
A estas alturas del mes ya se nota que el verano está llegando a su fin. Entre otras, anochece antes. Eran apenas las diez de la noche y ya era noche cerrada… Manos al bolsillo, un fino jersey, y un reproductor de música. Nada más.
Aquel paseo, lejos de abstraerlo, le puso a reflexionar… Falló en su objetivo. Y es que, conforme se acercaba la vuelta a su día a día, recordaba las tareas que dejó a medio hacer… recordó también aquello de lo que huía cuando vino a recalar a estas tierras extrañas. Le acojona el volver. Probablemente no haya olvidado nada y todavía siga con la mente demente.
Eligió buen momento para salir en su propia búsqueda. La soledad de la noche es el mejor espejo donde podemos encontrarnos. La nocturnidad es nuestra mejor entrevista, nuestras respuestas más sinceras, nuestras lágrimas más sentidas e incontrolables. Calculo que le haría falta llorar, y empezar a darse cuenta de que seguía soñando.
Soñando con ella, claro. Y no se dio cuenta por las erecciones matinales. Aquello había trascendido hacia un mundo más complejo, hacia aquel laberinto de fácil entrada pero desesperante salida. Él solo supo reconocer como en este tiempo no había parado de soñar despierto. Sus continuas siestas eran pura fantasía que no daban pie ni al descanso. “Y si…”, se decía… Seguidamente se repetía:
“¿Te imaginas que apareciera?, ¿que viniera a buscarme?, ¿que me diera esa señal?, ¿que no le fuera tan bien y entonces volviera a mí?”…
No le importaba ser segundo plato si puede compartir el postre. Ni pierde el orgullo, aún sabiendo que apenas le queda de eso. Apoyado como aquel mítico Pensador de Rodin miraba al mar, intentando dotarse de realismo. Un realismo que seguía oculto tras su romanticismo. Un romanticismo, por otro lado, con tintes demasiado góticos.
Seguía soñando. Sigue con la misma fantasía fantasma. Mirando por el rabillo del ojo y sin abandonar esta ruleta rusa. Prueba una y otra vez la misma pistola, pero la bala está encasquillada.
Reposó el cuerpo apoyando la cabeza sobre la arena. Siguió con su interrogatorio personal:
“¿Alguna vez quise de verdad? Quizás sea esta. O tampoco. O ya lo hice. Quizás sea un capricho. Quizás sea pasajero o quizás sea eterno.”
Yo no puedo contestar a lo que ni él sabe responderse pero lo que está claro es que es una fantasía, un sueño… sueño que -ya dije- no pasa tan rápido como las erecciones matutinas. Probablemente ya no sea solo sexual. Qué putada.
Vivir a base de fantasías no es desde luego la decisión más razonable. Pero sin fantasías no hay metas, no hay objetivos. Sin embargo, cuando dichas metas ya han sido alcanzadas por otros, o cuando el objetivo parece suicida… ¿merece la pena seguir empeñado en lo mismo? ¿merece la pena arriesgar o simplemente chocar una y otra vez contra el mismo muro?
No era desde luego su intención, pero era lacayo de una voluntad incontrolable. En su buque él era el grumete. Y ya se sabe, donde manda patrón no manda marinero. Otra vez el remake de aquella mala teleserie, y queriendo abandonarla es incapaz. Como, al fin y al cabo, somos todos cuando nos movemos por un sincero interés.
De nuevo incorporado recordó la de comentarios jocosos que soltó en contra de todos aquellos que alguna vez arrastraron su moral por una falda, o por algún fin. Él, que se vanagloriaba de que lo logrado fue sin ceder en lo más básico. Mírale ahora.
Con el húmedo relente de la noche costera cierra los ojos. Soñando de nuevo con esos labios que beben de otra botella. Mirando hacia el oscuro mar, en el que no se refleja ni la luna. Ella también decidió esconderse entre nubes inoportunas. Pobre silueta camuflada en la oscuridad de la noche que llora sus desvelos. En esa soledad nocturna. Con un silencio endemoniado. Nadie se entera. Pasa desapercibido.
Cuando me doy cuenta ha amanecido. Lo miro; sus lágrimas se han secado, los rayos del sol dan otro matiz a su bronceado rostro, en su cara solo queda la alegría del nuevo día. De otro día más de vacaciones… uno de los últimos… Ven como la profesión va por dentro…
Se acaba el tiempo. Descansando sin apenas estar descansando. Cansado de esto y de volver a lo otro. Queriendo alargar lo acortado. Intentado vivir, para sentirse vivo, viendo llegar el inevitable final… ese que huele a comienzo… En fin, qué faena lo del 1 de septiembre.
*Leyendo esto podría sonar: I’m not okay (My Chemical Romance)