Consultando en redes sociales te das cuenta que todo lo que la gente vive quiere enseñarlo. Mostrarlo con una foto tres mil veces repetida. Con la misma gente, con las mismas poses, en distintas noches, en distintos días. Y es aquí donde me planteo la importancia de las fotos; o la no importancia… quién sabe…
Con repetidas instantáneas hacemos gala, en muchas ocasiones, de una felicidad no siempre real. Hay quien parece esperar estar en la calle para desenfundar el objetivo en vez de disfrutar plenamente de lo que la calle ofrece… Y ahí se quedan todas, en formato JPEG, ocupando carpetas repletas, desarrollando la imaginativa a la hora de titular tanto archivo inerte que se queda al otro lado de la pantalla. Con la memoria del disco duro llena y vacía a la vez la de tus recuerdos.
Mis mejores instantáneas no están fotografiadas. Mis mejores recuerdos no necesitan de su homologo en papel. Porque sé que ellos siempre van a estar ahí; aunque le entren mil y un virus al ordenador. Porque sé que ellos me acompañaran a una resolución que ni las mejores réflex del mercado pueden ofrecerme.
Y así seguiré. Llenando mi interminable carrete de momentos no palpables pero imborrables. Llenándome de sonrisas que deslumbran a todos los flashes del mundo. Y si eso, adornándolos, de vez en cuando, con una fría fotografía. Dejando que sea eso, solo un adorno; haciendo que lo bueno, lo increíble, lo que hace sonreír e ilusionar sea lo que está detrás.
El rebujo de Chupito! 