Dinero

El dinero que tanto te hace soñar… dinero es. Puro y frio metal que alimenta la codicia de nosotros: Seres humanos cejados que tacañeamos con los céntimos como si fueran a sacarnos de la inmundicia de nuestra sociedad. Apóstoles del consumismo y las altaneras maneras de este ambiente material. Depravado. Frio. Cruel. Insolidario… Capaz de anteponer amistades, buenos ratos… por guardarse un billete de cinco en la cartera. Por seguir siendo igual de pobre; aunque te rodees de billetes. Dinero, con el que comprar cariño, caprichos innecesarios o para, simplemente, sentirte fuerte ante los que no llegan a fin de mes. Dinero, para llenar tu ego y vaciar tu alma. Dinero… simplemente, dinero es.

Me quedare con mis sueños, con mis metas, y con mi plan de futuro… pero no condicionare el presente por tristes monedas. Prefiero mi cartera con telarañas antes que limitarme a soñar la vida.

Y así lo dijo Joseph Joubert: “El dinero es un estiércol estupendo como abono, lo malo es que muchos lo toman por la cosecha”.

Razonando

Para razonar, para ser objetivos; debemos alejarnos… abstraernos de todo aquello que nos perturba de un juicio subjetivo. De sentencias confusas que llenan nuestro día a día de jurisprudencia contradictoria. Y aquí ando, alejado de la realidad, sumergido, otro febrero más, en apuntes y leyes, en esquemas y diapositivas… Desconcentrado, como siempre; con miles de planes en la cabeza, y esta vez, con miles de razones para tenerlos. Y aquí ando, sentenciando que, siendo puramente objetivo, soy feliz.

He divagado mucho en debates estériles sobre la razón y la pasión. Sobre el querer y el deber. Llegando siempre a la conclusión de primar en mi el querer, y así sigo, dejándome llevar… lo raro, lo misterioso, es cuando confluyen en un mismo camino el querer y el deber… quizás sea ahí donde encontramos una felicidad pura, sincera, de verdad… o simplemente completa.

En este alarde de cordura me limito a reafirmarme. Quizás no en todo. Teniendo siempre, por siempre, la espina clavada del daño causado… sin embargo, ahora que lo miro desde lejos, siendo objetivo, no fue para tanto. Más ficción que realidad. Demasiada farándula. Hoy que lo veo desde lejos, desde la objetividad propia del tiempo, no me queda más remedio que ratificarme en todo. Y seguir callando, por más que no ayude a digerir tanto insulto repetitivo, cansino y falsario.

Desde la distancia claustrofóbica de las cuatro paredes de mi habitación me queda claro que mi primer deber fue encontrarme, encontrar a mi querer, para después encontrarte, siendo yo: sin tapujos, ni ataduras, ni facetas, ni medias tintas… sin vivir en una mentira… Es curioso, pero hay quien te tacha de mezquino sin darse cuenta de su propia mezquindad. Verdad… ¿sabrán lo que es la verdad aquellos que viven en su particular fantasía? Su cuento de hadas y príncipes, claro está, de puertas para fuera; sus dogmas y creencias sectarias e hipócritas… ¿sabrán ellos?

Probablemente no. O mejor dicho, probablemente tengan su propia definición de verdad. Una verdad a media, con matices. Pero, hablando mal y pronto, que no me jodan.

Aquí me quedo, con mi mundo, con mis amigos, con mi ser, con mis formas, con mi verdad, con mis chupitos, con ella… vamos, con mi felicidad. Hasta siempre a lo demás, por si había dudas, ahora sí, por fin, punto y final.

* Suena: So far away (Staind); y en horas tengo mi último examen, ¿lo celebramos con chupitos hasta que la noche diga basta?