No puedo presumir de haber llegado primero en todas las vueltas. Ni de tener la pole position, ni si quiera de optar a defenderla. Pero, al menos, acabo las carreras. El triunfo no es siempre llegar el primero, sino a veces simplemente terminar, y terminar bien. Terminar un camino, una tarea; lo que sea, pero nunca dejar nada a medio hacer. Y cuando digo nada es nada…
No despojándome de la humildad con la que me gusta tomarme la vida, puedo decir que hoy me voy a tomar un famoso mojito, a darme un baño de sol y poco más para celebrar que mi camino está finalizado sin dejarme nada por el camino.
Puedo y debo mirar atrás; mirar para agradecer a los que me tendieron la mano cuando el camino cogía pendiente. Puedo y debo servirles a ellos también un mojito de esos de pura hierbabuena y poco más. Y todos «pa’lante» que ahora solo queda cerrar los ojos y fantasear:
Se me ocurre una playa en compañía. Una sombrilla que resguarda una nevera. Unos zapatos para esquivar la arena. Se me ocurre volver con el levante de la mañana que es el mismo que al amanecer consigue despejarme. Una cala, unas aguas azulinas, una fiesta veraniega… Dios, lo que me queda, miento; lo que nos queda…
En fin, ¿para cuándo la celebración de nuestro triunfo?